lunes, 4 de octubre de 2010

Éxito de John Wagner en el uso de sangre de cordón para tratar la epidermolisis bullosa


John Wagner, uno de los mayores expertos mundiales en sangre de cordón, y miembro del Comité Bioético y Mécico-Científico de VidaCord, acaba de publicar un ensayo clínico en la revista The New England Journal of Medicine de agosto del 2010 sobre el tratamiento con células madre de sangre de cordón en niños enfermos de epidermolisis bullosa distrófica recesiva. Los resultados del ensayo son muy esperanzadores, al haber logrado reducir los efectos adversos de esta enfermedad en todos los pacientes. Aunque aún queda mucho por investigar para aprender los mecanismos que conducen a esta reducción de los efectos negativos de la enfermedad, y de sus riesgos y beneficios a largo plazo, se abre con este estudio la puerta al uso de las células madre de la sangre del cordón umbilical en otras enfermedades no estrictamente hematológicas.

¿Qué es la epidermolisis bullosa?

La epidermolisis bullosa (EB) es un grupo heterogéneo de más de 20 enfermedades hereditarias que levantan ampollas en la piel, con una variable severidad clínica. Se suele denominar comúnmente como la enfermedad de "piel de mariposa". Una de las formas más severas es la EB distrófica recesiva (EBDR), causada por una mutación en el gen que produce el colágeno tipo VII (C7), y por tanto una disminución en la producción del mismo. El C7 se localiza en la confluencia de la dermis-epidermis, y es el mayor componente de las fibras de anclaje que unen la membrana basal de la epidermis con la dermis. En ausencia de una expresión normal de C7, estas fibras no se forman correctamente, y la adherencia de la epidermis-dermis se pierde bajo la lámina densa de la membrana basal.
Desde el nacimiento, los niños con EBDR tienen erosiones dolorosas y ampollas en la membrana mucosa y piel, resultando en infecciones locales y sistémicas, contracturas de las articulaciones, fusión de los dedos de pies y manos, problemas en esófago y carcinomas escamosos de piel agresivos.
Los pacientes con la variante Hollopean-Siemens de la EBDR presentan alteraciones mucocutáneas graves que ya son visibles al nacimiento, y la mediana de supervivencia es de alrededor de 30 años, mientras que las personas con otros tipos de EBDR tienen una media de supervivencia de 55 a 65 años.
Hasta la fecha, el único tratamiento de dicha enfermedad ha sido los cuidados paliativos de las lesiones producidas en piel y mucosas.
En este vídeo se puede conocer de cerca esta enfermedad.
En el estudio del Dr. Wagner participaron 7 niños, a los que se trasplantaron progenitores hematopoyéticos de hermanos compatibles excepto uno, que por no disponer de hermanos compatibles, requirió la búsqueda de un donante no emparentado. En uno de los otros 6 casos, además, los padres habían conservado la sangre del cordón umbilical de un hermano que resultó ser compatible, y que fue utilizada para completar la baja celularidad de la unidad de médula ósea conseguida.
 
 
Resultados
 
Seis niños con EBDR con edades comprendidas entre los 15 meses y los 14,5 años completaron el tratamiento y pudieron ser evaluados.

Las evaluaciones previas al tratamiento mostraron enfermedad cutánea extensiva en cada uno de los 6 pacientes y enfermedad mucosa grave en 4 de los 6 pacientes, los cuales requirieron dilatación esofágica y la colocación de un tubo de gastrostomía para soporte nutricional. Cinco pacientes tenían deformidades severas y 4 usaban silla de ruedas. Además, 2 de ellos tenían una alteración renal significativa y 4 anemia por deficiencia de hierro.

Eventos relacionados con el trasplante

Uno de los pacientes, a pesar de la reducción a la mitad de la dosis de fludarabina debido a su alteración renal, falleció antes de la infusión de MO, como resultado de una cardiopatía hemorrágica, probablemente secundaria a la cardiotoxicidad por la ciclofosfamida.
Entre los 6 pacientes trasplantados, la recuperación de neutrófilos (> 500/mm3) ocurrió entre los días 11 y 24, y la recuperación plaquetar sólo se consiguió en 5 de ellos entre los días 33 y 46.
La toxicidad relacionada con el TPH incluyó:

- mucositis grado 3 (necesidad de analgesia con mórficos y soporte para alimentación) en los 6 pacientes.
- aumento significativo y transitorio de bilirrubina en 4 pacientes.
- insuficiencia renal que requirió 3 dias de hemodiálisis en 2 pacientes.
- infecciones oportunistas
Ningún paciente sufrió EICH aguda o crónica.
De los 6 pacientes sometidos a trasplante, 5 continúan vivos con retirada de la inmunosupresión.
Uno de los pacientes requirió un segundo TPH por un fallo de injerto, y tuvo una recuperación hematopoyética completa en el dia 22 post-infusión, alcanzando quimera completa del donante, pero falleció en el día +183 por complicaciones infecciosas.
Respecto a la formación de ampollas mucocutáneas, esto no afectó de forma adversa tras el trasplante excepto en un paciente, el cual desarrolló toxicidad cutánea grado 4 en el día +17 (probablemente relacionado con la quimioterapia de acondicionamiento).
Todos los pacientes mostraron un incremento en la curación de las lesiones que presentaban, así como una disminución en la formación de ampollas mucocutáneas en los primeros 100 días del TPH. Tres pacientes mostraron una mejoría clínica muy marcada ya en los primeros 30 días. Asimismo, el porcentaje de cuerpo afectado se redujo en 3 pacientes, cuando se comparó con la cantidad de vendaje utilizado antes y después del TPH. Los padres de cada paciente reportaron una sustancial mejoría en la curación de las lesiones y una marcada reducción en las lesiones de la mucosa oral. También se testó la piel de los últimos 2 pacientes incluidos en el ensayo clínico para la resistencia a la formación de ampollas tras una exposición a presión negativa. En ambos pacientes, el tiempo de formación de ampollas aumento gradualmente tras el TPH y excedió al observado antes del TPH.
Las biopsias de piel realizadas en los pacientes para evaluar la presencia de C7 mostraron un incremento del mismo. Además, el cultivo de fibroblastos obtenidos de la biopsia cutánea tras el TPH, mostró que éstos producían C7. Tras el TPH no se detectaron anticuerpos anti-C7 que podían interferir con los resultados del TPH. Asimismo, todos los pacientes mostraron en los análisis realizados una sustitución de la MO y la sangre por las células linfohematopoyéticas del donante. Más aún, en todos los pacientes se evidenciaron células del donante en la piel, con una media de 20% del donante, lo cual no era esperable.