jueves, 2 de diciembre de 2010

Leucemia linfoblástica curada con trasplante autólogo de sangre de cordón

En 2005 E.M., una niña de cuatro años que sufría una leucemia linfoblástica aguda y cuya esperanza de vida era de tres meses, recibió un trasplante de células madre de su propio cordón umbilical (lo que se conoce técnicamente como trasplante autólogo). Un tratamiento inédito en el mundo, debido a que se pensaba que las células del mismo paciente no eran efectivas en la lucha contra el cáncer al contener el mismo defecto genético que lo causaba. Dos años después, el equipo de médicos que la trató publicó en la revista especializada Pediatrics los resultados del procedimiento: Transcurridos 20 meses desde el trasplante no había rastro de células cancerígenas en su cuerpo. Una mejoría que se mantiene hasta ahora, seis años más tarde. Se trata de una remisión completa prolongada de la enfermedad. Aunque los resultados son muy esperanzadores, y a pesar de las noticias tan entusiastas que los médicos de la niña han circulado profusamente, afirmando que la niña está definitivamente curada, por desgracia, todavía no se puede afirmar tal cosa, ya que, aunque no es lo más habitual, hay pacientes con recaídas a los 10 años del trasplante.

Sin embargo, lo que sí es muy relevante en este caso es el hecho de que E.M. es la primera paciente de leucemia del mundo tratada con un trasplante autólogo de células madre de sangre de cordón. Hay algunos tipos de leucemias que ya se han tratado y curado con trasplante autólogo. En particular las leucemias consideradas de “bajo riesgo”. Ahora, gracias a este caso, sabemos que la sangre de cordón umbilical también puede ser utilizada para trasplante autólogo, lo cual abre la puerta a un nuevo tratamiento contra este mal.

La particularidad de este trasplante es que se hizo con células del propio paciente de SCU, mientras que la mayoría de los casos se realiza con células madre donadas por terceros. En un 20% de los procedimientos, las células pertenecen a la médula ósea de hermanos del enfermo, mientras que en el restante 80% se usan células madre de otras personas. En muchos casos se debe a que la indicación es el trasplante alogénico. Pero en otros, la razón es simplemente que el enfermo no dispone de una unidad de sangre de cordón propia, porque no se conservó en el momento de su nacimiento. Según vaya creciendo el número de depósitos en bancos privados seguramente veremos crecer el uso de estas aplicaciones.

El mayor beneficio de usar células propias es que no hay posibilidad de rechazo. Sin embargo, usarlas tiene también una desventaja. Cuando se hace un trasplante con sangre de otra persona, parte del proceso consiste en que el sistema inmune del donante ataca las células malignas del enfermo, lo que no ocurre con las propias células. En este caso la indicación era un trasplante alogénico, debido a las recaídas que había sufrido. Por fortuna, no siempre se cumplen las estadísticas, y el trasplante autólogo ha demostrado funcionar hasta ahora. De allí que el caso de E.M. sea tan especial y llame la atención de la comunidad médica.

La niña comenzó a presentar grandes hematomas y un agrandamiento anormal del bazo cuando tenía 3 años. Los análisis sanguíneos y medulares revelaron que sufría leucemia. Pese a que fue sometida a quimioterapia, sufrió dos recaídas y las células cancerosas estaban alcanzando su cerebro. Sus padres habían guardado su cordón umbilical cuando nació, sin pensar que gracias a eso le salvarían la vida. Afortunadamente, desatendieron a los que, movidos en muchos casos por prejuicios, desaconsejan el depósito privado de la sangre de cordón afirmando que existen muchas limitaciones para su uso autólogo.

Las leucemias representan un cuarto de todos los tipos de cáncer que afectan a personas menores de 15 años y, de ellas, el 60% son de este tipo agudo. La leucemia linfoblástica infantil en concreto es un tipo de cáncer de la médula ósea que se caracteriza porque esta última fabrica células anormales malignas con capacidad de proliferación infinita, lo cual se traduce en una falta de espacio medular para el crecimiento del resto de células normales (glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas), con las consecuencias derivadas de ello, como una mayor propensión a tener infecciones, cansancio y sangrado.