lunes, 3 de mayo de 2010

Joseba Castaño (8 años). Le trasplantaron la sangre del cordón umbilical de su hermana


Ayer, el doctor Pablo Menéndez, director del Banco Andaluz de Células Madre, se despachó en el suplemento Eureka de El Mundo con la siguiente afirmación: "conservar la sangre del propio hijo por si éste en un futuro enferma no tiene ni pies ni cabeza". Por desgracia, esta es una opinión muy extendida entre algunos profesionales sanitarios, que desaniman a los padres a conservar la sangre de cordón de sus hijos en un banco privado basándose en prejuicios absurdos y carentes de rigor científico contra los bancos privados de sangre de cordón. En muchos casos el problema es que sencillamente identifican bancos privados de sangre de cordón con bancos para uso autólogo eventual (es decir, para el propio niño). La realidad es que las células madre de la sangre de cordón conservadas en un banco privado pueden resultar vitales para un hermano compatible, en el caso de que este tuviera una enfermedad susceptible de trasplante. Este es el caso de VidaCord, cuyo objetivo es el uso potencial alogénico intrafamiliar de la sangre del cordón umbilical, según recoge el documento de nuestro Objeto Social. En esos casos, disponer de la sangre de cordón de un hermano compatible puede aumentar significativamente las posibilidades de supervivencia de un hijo con una enfermedad del ámbito hematológico.
Para ilustrar este aspecto les traigo un ejemplo publicado ayer mismo en El Correo. El caso es el siguiente: A Joseba, un niño de 8 años, se le diagnosticó una leucemia. La madre estaba embarazada de otro hijo y decidió conservar la sangre del cordón de su nueva hija, María, con la esperanza de que pudiera ser compatible y salvar a Joseba. Así se hizo, y afortunadamente, Joseba se recuperó de su enfermedad gracias a ella. Si esta madre hubiera hecho caso al doctor Menéndez, despreciando la posibilidad de conservar la sangre de cordón de María, y la enfermedad de Joseba se hubiera descubierto después del nacimiento de su hermana, hoy Joseba estaría dependiendo de un donante compatible, y en cualquier caso, con menos probabilidades de supervivencia. Habría que pedir responsabilidades a los que de forma gratuita, lanzan afirmaciones que engañan a las familias. A mi modo de ver, las declaraciones del doctor Menéndez entran de lleno en lo que se prohibe hacer en el artículo 4 del RD 1301/2006, que regula la actividad de los bancos de sangre de cordón umbilical, el cual prohibe expresamente la publicidad engañosa:
"En particular, se entenderá que existe publicidad engañosa en el caso de los establecimientos, centros, unidades e instituciones cuya publicidad induzca a error sobre la utilidad real de la obtención, procesamiento y preservación de células y tejidos humanos para usos autólogos eventuales, de acuerdo con los conocimientos y experiencia disponibles."
Me parece claro que esto es exactamente lo que ha hecho el doctor Menéndez con sus desafortunadas declaraciones: Publicidad engañosa, que puede, además, tener consecuencias fatales.
Este es el artículo al que les hago referencia:
«María me ha salvado la vida»
Los padres del pequeño Joseba Castaño Quirós también tienen una fecha grabada a fuego: el 15 de septiembre de 2005. Fue el día que se enteraron de que su hijo de tres años y medio tenía leucemia. Así, de golpe. Como ocurre casi siempre en estos casos. Llevaron al niño al ambulatorio de Gallarta para hacerle unos análisis rutinarios «porque tenía muchos moratones en el cuerpo» y tres horas más tarde ya estaba ingresado en la Unidad de Oncología Infantil del hospital de Cruces. «Cuando me llamó la pediatra para darme los resultados de la analítica, no me lo podía creer. Lo último que me hubiese imaginado es que mi hijo tenía cáncer», recuerda la madre de Joseba.
Las primeras horas fueron de «auténtica desesperación». «Estás tan superado por la situación que no atiendes a razones. Sólo quieres que tu niño se ponga bien». Y lo han conseguido. Aunque todavía es pronto para decir que le han ganado la batalla al cáncer, los últimos resultados confirman que «todo va bien». A diferencia de los adultos, los menores no reciben el alta «hasta que llevan diez años libres de recaída o de problemas derivados del tratamiento recibido», puntualiza la doctora Navajas. Joseba es un ejemplo de que es posible sobrevivir a la leucemia. «Yo lo he hecho», explica orgulloso.

Cristina y su marido pasaron por momentos «muy duros», pero quieren transmitir un «mensaje de esperanza» a todos los padres que se encuentran en la misma situación que vivieron ellos hace cuatro años. «Es importante que piensen en positivo. La actitud es fundamental para superar un trago tan amargo», insisten. Su historia es la de miles de familias que cada día se tienen que enfrentar a una enfermedad que les cambia la vida por completo. La «suerte» de Joseba fue que su madre estaba embarazada de cuatro meses cuando le diagnosticaron la leucemia, lo que les abrió «una puerta a la esperanza». La sangre del cordón umbilical de su hermana podría salvarle la vida. Aunque sólo una cuarta parte de los casos son compatibles, los padres del pequeño se agarraron a esa posibilidad como a un clavo ardiendo. «No veía el momento de dar a luz», confiesa Cristina. Mientras tanto, Joseba seguía un riguroso tratamiento de quimioterapia en Cruces. De cada tres semanas, una la pasaba ingresado.

«Me acuerdo de que estuve muy malito, pero poco más». A Joseba no le gusta recordar su estancia en el hospital. Prefiere hablar de fútbol, su gran pasión. Tanto es así que el ex jugador del Athletic Asier del Horno le regaló un balón firmado por todos los jugadores del Chelsea, que el pequeño -«delantero del Gallarta», puntualiza- guarda en su habitación como un tesoro. Los padres de Joseba siempre se han esforzado por afrontar la enfermedad de su hijo con la mayor naturalidad posible. «Cuando se le cayó el pelo nos decía que lo peinásemos y lo hacíamos», recuerdan.

La situación cambió cuando nació María, el 25 de enero de 2006. Era la oportunidad que esperaban. Aunque los médicos del hospital Niño Jesús de Madrid no las tenían todas consigo -la sangre del cordón de su hermana no era totalmente compatible- la intervención fue un éxito. «Fueron tres meses muy duros porque tuve que dejar a mi bebé recién nacido en casa de mi hermano -recuerda Cristina- y no sabía si mi otro pequeño se iba a salvar».

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